CENIZA DE FRONDA (*)
No se detendrán las horas
estos crudos inviernos sabrán corresponder
ese silencio duro y permanente
del día
las huidas al mar al quebrantarse la tarde
a la par de la arena
salpicarán de polen tu rostro
tus lágrimas serán tildadas de lluvia
tu fe será desprovista de silencio
y la oquedad y el vacío serán perennes.
No se detendrán las horas
estos infames carros dilapidarán
su furibunda pasión
para contemplarte indemnes
sorprendidos del amor que yace
y enternecerse del indefinible axioma
de tu presencia.
Y NUEVAMENTE LA NOCHE (*)
Pero sabes que vives
que lames el pedestal de la ira
que amas sin ser descifrado
que clamas amor y recibes fronda
y ceniza
que lujurioso atisbas la noche
que enfebrecido te apasionas por la luna
que macilento y humillado
labras un aparatoso final
o un deleitoso principio
que padeces desidia
que tienes accesos de razón
y de delirio
que la vorágine del verbo
te tiene aparatoso
obsequioso y finalmente
sin sentido
que tramas un chapuzón
que tramas una disculpa
a esa ofendida estatua
que no te oye,
que no atina a perpetuarse
en el sentido del rostro.
y nuevamente la noche
avasallándolo todo
corrompiéndolo todo de deseo
de paraísos por ser
y ser desposeídos
de tantos atavíos
de tantas piedras y osamentas
sagradas
de tantos supuestos y razones
aún por discutir
y nuevamente yo
al inicio de todo
habitando un delirante camino
de desencanto y utopía.
PUNTO CIEGO (*)
Ya no veré
las palabras aún por instaurarse
ya no veré
las columnas de lujuria
el alentar del fuego
las crudas esencias de tus palabras,
y ese trajinar aparatoso de tu verbo
anulando lo de vital y oneroso
de mi deseo.
Ya no veré
ese suave desprendimiento de tu cuerpo
sobre el mío,
ya no veré
esas planicies extensas
de sueños y construcciones posibles,
esos amaneceres
transidos de gestos
de mares y bohíos
aún por conquistar,
ya no veré
tu retina sólida
tu piel azarosa
tu pensamiento curtido,
y tu sombra, esa pensativa
recreación del día
que invade el infinito,
ese infinito
que se ahoga y se retuerce
y que me observa como un
habitante de otro tiempo de
otra inmensidad.
El AMOR QUE VA (*)
El amor que va
el amor que destruye
la eximia forma de ponerse diverso
y concluirse vano e irreal
sopesando lo burdo y abrupto del día
soterrando el inhiesto
e insensible principio de amor
o su amor contenido en migaja
o punzante requiebro de incomprensión y desdicha
abotagado de amor de odio e indiferencia
e inhibido de desacato a pasiones irreparables
consternado de agua
y de ese vástago pluvial
que es el orgullo maltrecho.
Harto de presunción y finales asolados
por lluvias trágicas
arduas de hábito y convicción
y de la abrasadora tensión de la imaginación
que como brava metáfora coteja las horas
de inmersión al plenilunio.
(*) Extraído del libro inédito: Máscara de Jade
OJO
Cuesta tender un camino
De piedra y pelada bruma
Construcción virtuosa de árbol y esperanza
Cuesta más la construcción de un campanario
De imágenes y bruñidas fuentes inexploradas
Y tensar la espera
Y devanar una fruta de escombros
Y ruletear en el fangoso cauce de la felicidad.
PARA QUÉ EL AMOR
En pleno invierno en el fragor de las aguas
En el plomizo silencio
Porqué y para qué
Destornillando el crudo vaivén de mi palabra
Acrisolando este prurito de falsía cauta
Para que este amor
Arremolinado de turbio pasto
De tenue arena
De desenfrenada pasión
De daga de obelisco
Para qué este amor torvo quizás táctil
Empobrecido por años de sequía
Para qué desenredar estos ríos de papel
Fruncirlos torpemente al ritmo
Del año final
Desdecirse de la alta alquimia de los pensamientos
Rencorosos
Y de los idiomas decadentes.
Por qué este jeroglífico de turbante
Y de camello memorioso
Para que el amor así tan espigado
Como rama de espino
Apuntalando los vagos residuos de sopor
La fragua que construye los recuerdos
El atardecer final
El dulce desenlace.
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