sábado, 1 de septiembre de 2007

Entrevista en LETRALIA

Inquisición al poeta Pedro Perales
Autor de Edades y El libro del amor y los encuentros


Pedro Perales ha anunciado la publicación de su tercer poemario, Máscara de jade, y motivado por este anuncio fui a buscarlo a su casa de San Juan de Miraflores, Pamplona Alta, donde muchas veces tuvimos la oportunidad de conversar sobre nuestra poesía y los proyectos conjuntos que realizamos alguna vez.

A Pedro lo conocí en la Universidad Nacional Federico Villarreal (UNFV), cuando dirigía la única revista universitaria cultural, Sirka, que intentaba ventilar y poner parche al vacío ilustrativo que se respiraba en la universidad.

Nuestro acercamiento fue cuestión de ruta, creo, ya que vivimos en la misma zona marginal del cono sur de Lima. Este camino nos permitió conocernos y conocer su poesía.

Desde 1987 hasta la fecha han pasado casi veinte años, y en ese lapso hemos compartido momentos de confabulación dentro y fuera de la poesía. Y es así que el año 1996 publicamos y presentamos, por mutuo acuerdo, tres poemarios en la Biblioteca Nacional del Perú: Edades, de Pedro Perales; El libro azul, de Johnny Barbieri, y Por la identidad de las imágenes, de quien escribe esta nota; y por coincidencia en el año 2001 también publicamos los poemarios El libro del amor y los encuentros, de Pedro, y el mío En la grieta de tu espalda, bajo el sello de ediciones Noble Katerba. Entonces, digo, algo nos une y por eso, esta entrevista a este amigo del camino.
Sabemos que los libros de poesía tienen su propia historia, ritmo interior, mitos que posibilita engarzar en unidad y coherencia un poemario, y que sólo el autor, a veces, nos puede ayudar a dilucidar ese misterio: qué es la poesía y la escritura de ésta. Y es por ello animado, decidí hacer las veces de inquisidor de este amigo, para preguntar sobre lo que piensa y hace. No sin antes señalar que Pedro Perales labora actualmente en la Biblioteca Nacional del Perú, hace más de quince años, como especialista en literatura, además de dictar el Taller en Creación Literaria en la misma biblioteca.


Y sin más preámbulo, aquí las preguntas:


Pedro, es verdad que la poesía está marcada por el sello de la experiencia, ya sea individual o colectiva, y en esto tú no escapas. ¿Por qué el título de tu primer libro, Edades?, ¿tiene que ver con el contexto familiar social en que creciste? Ya que hablas de la travesía del hombre por el tiempo y el espacio, como “...un largo viaje labrado de piedras lacerantes y fecundos sacrificios”.


—Sí, tu percepción es exacta. Cómo escapar de las vivencias individuales. Y al afirmarlo, te das cuenta que hasta me autocompadezco. En la adolescencia y en la primera madurez esta manifestación artística fue muy criticada por mis pares. Me atrevería a decir que, en los medios en que me desenvolvía, la libertad que te brinda la poesía no era entendida, había como una envidia, pugnas que lo invadían todo. Los lugares en los que me desarrollé eran duros y complicados para un joven sensible que estaba recién construyendo un vehículo de comunicación, esto era frustrante.
Edades se construyó como un canal de salvación, era una forma mimética a la vez real y sensible de verme a mí mismo como un hombre que lo ha superado todo. Fue desde el momento en que se concibió una forma positiva de liberarme de los fantasmas reales y ficticios que convivían en mi mente y en mi entorno.


—¿Cómo influyó exactamente la atmósfera social en que viviste para dedicarte a la literatura?


—Sabes, ahora que me preguntas, siempre tuve que manejar una dicotomía, como un sino. Este elemento de enfoque individual ha sido una terrible carga con la que he tenido que combatir todos estos años. Me refiero a que desde muy joven, cuando escribía breves líneas, que bien podrían ser ahora fragmentos de poesía, me preguntaba qué era lo que estaba haciendo. Pero al hacerlo descubría que era una forma de confrontarme y a la vez dar paso a un espacio sosegado de tranquilidad. Como tú veras, los espacios en que me desarrollé no eran apacibles, digamos que mi infierno empezó cuando ese caos exterior pareció apoderarse de mis pensamientos. He ahí la sublimación del caos a través de la poesía.


En este primer poemario hay un desarraigo a todas luces. Yo sé que viviste en Barrios Altos, un lugar limeñísimo, para luego trasladarte a Pamplona Alta (de extracción serrana y costumbre provinciana), un lugar al que nunca te acostumbraste. ¿Este lugar te dejó alguna huella poética como experiencia?


—Sí, una sensación de encierro de caja china; yo ya era un desarraigado en los Barrios Altos. Imagínate llegar a un lugar, en dónde la desconfianza del serrano ante el intruso lo marcaba todo e imagínate, enfrentarte con la otra cara el cholo acriollado pedante y mal intencionado que conocí. Mucho se habla de igualdad, óyeme, he vivido una escolaridad totalmente discriminadora.


Verás que sólo he marcado un sesgo del desarraigo, ahora también tengo los íntimos, los que marcaron mi vida para siempre. No sé si lo que cuento sea una huella poética, pero sí fueron marcas que sellaron mi posición en determinados momentos. Ahora que te expreso esto, me atrevería a decir que con el libro que está por salir cierro el triángulo. Edades, el libro de la liberación lacerante, es en realidad un grito. El libro del amor y los encuentros, la actitud más noble y equilibrada. El obsesivo amante del mundo y Máscara de jade, que es una deuda con el descubrimiento personal que ya había empezado con Edades.


Como intelectual, ¿tuviste un compromiso con alguna organización social en el tiempo de violencia que nos tocó vivir entre el 80 y los 90? ¿Cómo te afectó personalmente?


—No, nunca me atrajeron. El desarraigo también lo viví por ese lado. No me avergüenzo al decir que fui en cierta forma un espectador. Pero no insensible; escuchaba y veía con pánico la realidad del país, sobre todo cuando comenzó a golpear la cercanía del barrio en que vivo.


—¿Tú crees que la poesía es un oficio como cualquier otro?


—No como cualquier otro. Es una actividad especial que requiere mucho del escritor y a la cual le robamos tiempo con otras actividades.


—¿Qué te llevó a escribir poesía? ¿Algún llamado interior consciente o colectivo?


—Tengo la impresión de que era la forma en que mejor se adaptó mi espíritu. Las frases cortas y sentidas a las emociones intensas que viví en esos momentos. Sobre el llamado, creo que fue un llamado consciente de necesidad de salvación. A partir de ese primer abrazo elementos subconscientes se hicieron visibles y empecé a tomar conciencia de ellos.


—¿En que momento asumiste conscientemente la actividad creadora como un acto consciente y público?


—En los años de universidad. Yo sólo quería escribir mis breves cosas o pensar en ellas, pero no, a la vez quería ser conocido, paradójico, ¿no? Me presenté a un juego floral. Quedé segundo, recuerdo. Esto sucedió en el segundo año de universidad. Después me encontró “Voe Mya”, un grupo que apostaba por la vida poética. A veces, creo que no fue bueno haberlos conocido tan rápido. Necesitaba más tiempo para mí. Pero así ocurrieron las cosas.


Volviendo a Edades, tu primer libro de liberación, te descubre como un hombre sensible, a quien la experiencia del tiempo parece que te marcara. ¿Es verdad eso? Ya que el libro se divide en dos temas: travesías del hombre y su encuentro con el resto, como una reconciliación.


—Ahora que lo mencionas, Edades era un libro de liberación. Y como toda liberación, lamento o queja surge libre, sin ataduras, he ahí la precariedad, en parte del texto. Por supuesto, su organización, pienso que originalmente se vio así. Pero también pienso que era inicio de un gran proyecto por venir.


Cuando leo tu poesía encuentro epígrafes de Vicente Aleixandre, en especial en tu primer libro, pero en El libro del amor y los encuentros percibo más bien el espíritu de este poeta, en todo el poemario. ¿Por qué?


—Nunca había reflexionado en esto, pero supongo que fue una proyección de lo que posteriormente fue el segundo libro. Sí, Vicente Aleixandre estaba presente, entiendo que es una figura emblemática para mí por la serenidad que transmite en muchas de sus poesías. En mi caso era la necesidad, una búsqueda.


—¿Hay alguna influencia en especial que ha marcado tu poesía?


—Soy un escritor de intuiciones y de épocas. Las emociones me enervan y si es el momento escribo. No interesa que estos espacios estén distantes en el tiempo. En realidad he escrito poco. Pero no me siento mal por esto. Creo que respondo a mi propio ritmo. A mis propias improntas vivenciales.


Más allá de la función estética, ¿la poesía debe tener una función social o moral? ¿Tal vez podrías contestar por qué se achaca a Noble Katerba el no haber tenido un compromiso real con la sociedad de su tiempo?


—Creo que ninguna función. Sólo el disfrute y la contemplación. Creo que el compromiso “real” lo cumplieron otras personas. Cada uno cumplió su rol. En NK, fueron coincidencias. Como tú verás mi lucha individual fue tan cruel e insensata como la lucha que se dio afuera.


—¿Qué relación estética hay entre Edades y El libro del amor y los encuentros?


—Tengo la impresión de que existe un hilo que se rompe entre ambos. A decir verdad, tengo la idea de que son dos personas diferentes las que escriben ambos libros. Fui víctima de una esquizofrenia creativa. El primero contempla. El segundo actúa.


Al leer tu último libro, El libro del amor y los encuentros, percibo una evolución hacia una poesía surrealista que engarza al amor un tanto liberador, lleno de imágenes que transfiguran las palabras. ¿Qué hay de cierto en eso?


—Más que una evolución, y esto es una confidencia, creo es el resultado de explosiones individuales, cada uno en distintos momentos, por distintas razones.

La primera, la liberación montaraz de experiencias sucesivas arrastradas por años. La segunda, la liberación de las emociones por una mujer, que a la vez son todas las mujeres.


Vienes anunciando la publicación de tu tercer poemario, Máscara de jade; ¿nos podrías dar un adelanto?, ¿sobre qué versa?

—Máscara de jade reúne poemas divididos en forma intuitiva. En el poema inicial intenté liberarme de un karma muy sentido para mí: las penurias de mi madre, con quien tuve emociones ambivalentes, en vida de ella, de amor y odio. Pienso yo que emociones de este tipo terminan por marcarte definitivamente. Utilizo el verso para exorcizar esas emociones. En la segunda, imágenes diversas como en un alambique se cruzan y reclaman vida propia, las presento como un haz de fotografías.

—¿Hay algo que quisieras agregar?


—Sí, que la ruta ya está marcada, que no hay vuelta atrás. Esta certeza, en vez de hacer agobiante el descubrimiento, le da un matiz de encanto y de obsesión a lo que he ido descubriendo en mi proceso creativo. Para mí las amistades, aunque pocas, han sido familias en las que liberé parte de mi ternura, y la poesía una forma de hacerla extensiva. La fiereza y temeridad de algunos versos no han sido sino el irrefrenable oleaje en que a veces me he visto, son pedidos en mi travesía en medio del océano.


Fuente: Revista LETRALIA

Tromba de ceniza

Otra vez tú perdida, tú tan lejos

Gerardo Diego

Pensé que llegarías con el peso de la tarde a la una
Y treinta.
Pensé treinta minutos después que vendrías atada de
Floresta y sorprendida por las aves
A encontrarme bajo este puente de columnas y
De niebla tormentosa.
Pensé cuarenta minutos después
Que una marejada de extenuación y de memoria
Te había extraviado.
Pensé que un sueño apabullante te había
Elevado a los altares del corazón
y que todo había sido un sueño.
Pensé en recorrer acalorado los caminos
Presentidos a tu lado para rescatar
Tu imagen y salvarme.
Pensé indefinible en la restauración de la sombra
Y quise entre estas mismas sombras abrazarte.
Pensé en una llameante guirnalda de flores
Y de hiedras que venían enredando
Tu cintura y tus brazos.
Pensé arrodillarme en dirección a donde solías llegar
Y orar aturdido hasta el amanecer
De un nuevo día.
Pensé en lapidarme de recuerdos. Extraviarme,
Aturdirme, evadirme, concluir con una serenata
De cantos de nostalgia.
Pensé en convertirme en un atado de fuego.
Acabar arrastrando p0or aguas infinitas.
Pensé árbol bendito ser nube, agua, carbón y hierba.
Quise como fuerza torrencial inundar todos los parques
Todos los patios de arena.
Pensé en ser devorado por milenarias aves de rapiña.
Trotar como caballo bronco en pos de una inusitada
Pradera.

Pensé en desaparecer en medio de las aguas
Y reaparecer como una tromba de ceniza.

I Epílogo de luna

Te persigo, como se persigue la mañana, descendiendo por
Escalones
De lumbre, así llegar a través del día
Cruzando rauda y prominente las piedras,
Llegar insondable e incipiente, mas una lágrima de sol callada,
Lindero de tierra alejada, cercando las ruinas del hombre.

Llegar primeriza, anhelada a caminar por los imperios de sol
De estos estancados caminos de pensamiento.
Bella, temperamentalmente bella
Cruzando todas las variantes del año, con la ruda aprehensión
Del
Ave matutina que nace pertinaz por sobre las corolas del tiempo.
Oh, viento nacarado, el olvido no existe ahora
Que existes tú sobreponiéndote
A la lluvia Oh, lluvia, eflorescencia de tiempos extraños ¿Perseguiremos
Como años anhelados las briznas del amor y la memoria
Y finalmente persiguiendo la mañana estarás tú recogida entre
Aves recurrentes
Abriéndote a la explosión del sol, cayendo rauda como un viento
Infinito,
Aplacando como nunca antes se hizo, la noche. Esa noche calla-
Da de tiempo,
En donde el presentimiento parece amainar para que
Cargada se cumplan esas
Lejanas historias que se cantan demudando la mañana. Y estoy
Así persiguiendo y al estar tu perseguida, arrobas el único
Emblema de dicha que parecemos entender
Y descifrar.

En: El Libro del Amor y los Encuentros

FE

A Piero, un hombre por venir.

Cuando todo ha culminado te decides a cruzar esa cuesta
Después de haber negado del silencio y las falsas bondades,
Apretar ese puñado de arena y pronunciar las exactas
Verdades para dar la vuelta a la página
Y poblar el mundo de estos páramos,
Y sentenciar de nuevo por el hijo,
La extraña piedra, que no nos abandona,
Y reconstruir,
Como ya te dije, joven sabio,
Que no existen aunque quieras, más verdades en este mundo
Que las que tengo en mi mano,
Todos sabrán entonces que has sido el vencedor
De la palabra,
Esa palabra con la cual los hombres dejan de serlo,
Para convertirse en estatuas
En aquel mundo que construimos a fuerza de de palabras,
Y del que ahora intentas huir para solo apagarte entre la árida lluvia,
La que te moja, la que unta nuestra horrible apariencia
Con ese piélago parecido a la inocencia,
Y decir que estamos, que somos, que seguimos siendo
A pesar de cumbres de pensamientos inútiles,
Años estirados bajo cañamazo de ilusión
Por esa fe parecida a la inconsciencia
Que se define más densa que tu rostro.

Más no importa,
Destino y forma se tejen de iguales emblemas,
Más importa este vacío que rellena la miseria, que ahora sentimos.

Nombres de hombres del pasado
Tejidos de árboles y furiosas manifestaciones de decencia
El sol que nos inunda y ese algo que ya no cesa.


Extraído del libro: EDADES